Tanto prepararse el presidente Barack Obama los discursos, tanta elocuencia y retórica ejemplar, para que al final todo el mundo termine hablando del osado representante de Carolina del Sur que se atrevió a gritarle “¡mentiroso!”
Aún no queda claro si Joe Wilson será disciplinado por su atrevimiento. Él se disculpó inmediatamente, a petición, dijo, de la Casa Blanca, que quería quitarse la polémica del medio lo antes posible. “No drama Obama” evitaba la confrontación, una vez más.
El Congreso parece haber tomado nota de las ya famosas asambleas populares veraniegas que tantas horas de comentario y opinión regalaron a los canales de noticias de cable.
Wilson quiere ser la voz de ese pueblo que se levanta ante los planes “maléficos” de Obama y hasta protesta porque el presidente quiere hablarles a sus niños sobre la importancia de que estudien y trabajen duro.
Los demagogos aprovechan la oportunidad para seguir escribiendo su torcida narrativa de país abocado al totalitarismo socialista guiado por un presidente de origen dudoso. Trabajan en canales de radio y televisión que logran así índices extraordinarios de audiencia y magníficas cuentas corrientes
Lo peor de todo esto es que es sólo un avance de lo que podría ser un proceso de reforma migratoria. La ira de Wilson fue propiciada por la afirmación de Obama de que los indocumentados – o “inmigrantes ilegales”, como él los llamó- no se beneficiarán de la reforma de salud. Algunos están más preocupados en demonizar al extranjero que en proteger su propia salud. Porque en caso de una emergencia, como podría ocurrir este invierno con la gripe H1N1, más nos vale que todos, con o sin papeles, tengamos acceso a un médico.
Vista la cosa, quizá haya hasta quien culpe a los inmigrantes del brote. ¿Se acuerdan que en un principio fue llamada “gripe mexicana”? Seguro que Lou Dobbs se está frotando las manos.
Juan Manuel Benítez 
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