Puede que me equivoque, pero veo difícil que los republicanos impidan la llegada de Andrew Cuomo a la Gobernación del Estado de Nueva York.
En el panel informativo del Hotel Sheraton de Midtown Manhattan donde los republicanos celebran esta semana su convención, miro el horario de eventos de presentación de diferentes candidatos a diferentes puestos, y no conozco a casi ninguno. Si bien la diversidad de opciones es positiva para la buena salud de la democracia, la falta de unidad en torno a una fuerte candidatura provocará la continuidad en el gobierno de Albany.
Los demócratas no fueron tontos. Les gustará más o menos Cuomo, pero saben que sin él en lo alto de la papeleta no ganan. Y lo mismo con la senadora Kirsten Gillibrand, nombrada por David Paterson y fuertemente cuestionada durante meses, pero que nadie se atreve a tocar por temor a abrir una grieta que lleve a perder el escaño.
Los republicanos, mientras tanto, tienen tan poca confianza en su propio partido, que han intentado reclutar a un demócrata para encabezar su lista como candidato a la gobernación. El ejecutivo del condado de Suffolk Steve Levy se cambió de equipo hace unos meses apadrinado por la jefatura republicana. Su candidatura, sin embargo, no está asegurada. El ex-congresista Rick Lazio parece contar con el apoyo suficiente para incluso borrarlo de la papeleta.
Esa fortaleza de Lazio es simplemente puntual, porque tras meses de campaña sigue, según indican las encuestas, sin hacerse un hueco en la mente de los votantes.
La renuncia de Eliot Spitzer por saltarse la ley, los escándalos de su sucesor David Paterson, la parálisis en el Senado Estatal de mayoría demócrata y la falta de un presupuesto con un estado al borde del precipicio fiscal eran elementos más que suficientes para un fácil vuelco electoral. Que los republicanos no sepan unirse para aprovechar esta situación es algo inconcebible.
Leave a Reply