Me molesta la obsesión que tienen en este país con calentar el asiento en la oficina, la manía de tener que pasar en el lugar de trabajo el mayor tiempo de horas posible, aunque no se esté haciendo nada. Con nuestra mera presencia irradiamos la percepción de solemne productividad.
Por eso me hace gracia -o más bien, me indigna- que The New York Times crucificara al gobernador David Paterson el otro día por, supuestamente, no cumplir con las sagradas ocho horas de jornada laboral entre las paredes de su oficina. Paterson no sólo sufre de baja popularidad, escasos fondos de campaña, pocos y malos amigos, sino que encima ahora resulta que es un vago.
Añadámosle la potente e injusta campaña de rumores no confirmados que le machacan desde que asumiera el cargo en 2008, tras la renuncia, por escándalo sexual -y legal- de su predecesor.
Parece que la prensa generalista ya decidió que el próximo gobernador del Estado de Nueva York será Andrew Cuomo, quien hasta el momento no ha hecho públicas sus ambiciones al cargo que un día ocupara su padre. No hace falta que nadie vaya a votar, insinúan algunos diarios, como ya hicieran en noviembre pasado durante la contienda a la Alcaldía. (Luego el menospreciado Bill Thompson perdió por un puñado de votos).
A pesar de lo que cuentan otros, Paterson tuvo un digno lanzamiento oficial de campaña en la Universidad de Hofstra el sábado. No sé yo cuánto tienen que gritar los simpatizantes para que los medios dejen de calificarlos de “apagados”. Y sus colegas demócratas en Albany no es que no quisieran acompañarle en el anuncio, es que ni siquiera fueron invitados. Sabiéndose improbable ganador, quiere jugar la carta del “outsider”, en un momento de crisis poco favorable para los candidatos que representan al “establishment”.
Y mientras tanto, la prensa se dedica a encumbrar las hazañas justicieras del candidato en la sombra Cuomo, que desde su oficina de fiscal emite comunicados con frases como “el momento de cambiar la cultura de Albany hace mucho que llegó”.
Me suena a aquello de “El primer día todo cambia” que decía otro “sheriff fiscal” hace casi cuatro años. Luego pasó lo que pasó.
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