
Los anglos que nos rodean se sonríen cada vez que una simple palabra en inglés desata un acalorado y largo debate sobre cómo se diría en nuestro mundo en español. No hay manera de ponerse de acuerdo. Como para que alguien venga e intente definir quiénes somos en sólo cuatro horas.
Yo también me senté escéptico ante el televisor el miércoles pasado, no esperando mucho de la tan publicitada serie Latino in America. Pobre intento de la CNN, me dije, de satisfacer a una comunidad que muchos piensan este canal ha maltratado o ignorado durante años. No tardé mucho en cambiar de opinión.
Como colega periodista quiero defender a Soledad O’Brien, a la que no conozco. Su batalla estaba perdida de entrada. El mayor riesgo de querer pintar un cuadro colectivo de toda una compleja comunidad es terminar no contentando a nadie.
Con ritmo ligero y producción moderna y atractiva, saltando de un personaje a otro, O’Brien contó historias de lucha, superación, éxito y fracaso, poniéndole cara, nombre y apellidos a numerosas estadísticas, problemas culturales, y tensiones raciales y sociales. Y dentro de las limitaciones propias del medio, intentó que todos nos sintiéramos identificados, en mayor o menor medida, con alguno de estos muchos personajes.
Es cierto que, como critican algunos, no todos los hispanos en este país son indocumentados; sin embargo, no aceptar que la inmigración, con o sin documentos, es el tema definitorio actual de toda esta comunidad es querer ignorar la evidencia.
La gran mayoría de latinos que viven y trabajan en Estados Unidos vinieron a este país buscando oportunidades, no porque quisieran ir de compras a Miami o estudiar en prestigiosas universidades de élite.
Deberíamos estar protestando, sí. No por estas cuatro horas, sino porque estas cuatro horas se conviertan en cuarenta. Por lo menos.
Leave a Reply